dijous, 1 de desembre del 2011

Perderse


En esta época de crisis económica son muy normales los movimientos migratorios entre los diferentes estados que componen nuestro planeta, incluyendo a ciudadanos de países desarrollados y no desarrollados. Pero hace unos años en los países occidentales sólo recibíamos ciudadanos de países africanos, sudamericanos o asiáticos, países con un desarrollo menor que el nuestro. Y nuestra emigración era bastante reducida.

Pero algunas familias, por la situación de escaso trabajo o por la oferta de trabajo en el exterior abandonaban ya su país originario. Parte de mi familia, en concreto mi tía María, mi tío Geoff y mi prima Paloma tuvieron que dejar la ciudad alicantina para irse al norte del Bélgica, Flandes. En dos ocasiones he estado en esa zona y Clayton, un estudiante belga de la Vila Universitaria me ha hecho recordar estas visitas.

Casa de campo en Mol (Bélgica)
Mis tíos, cambiaron un pequeño piso en Alicante por una casa de campo en el hospitalario pueblo de Mol. La casa se encuentra en un barrio a las afueras. Bien, allí todas las casa son de campo y el núcleo urbano solo contiene el centro comercial. La casa es muy tranquila y permite tener diferentes animales en el patio: gallinas, perros y conejos entre otros. Además, al lado de la casa hay un bosque por el que pasear.

En una de mis estancias estuvimos en Amberes, ciudad cercana a Mol. Es una ciudad costera del este de Flandes. Allí, me llamó la atención la prostitución legalizada. Pasamos por una calle donde se veían escaparates con prostitutas. Otro día nos dirigimos a Bruselas. La capital europea tiene diferentes lugares para visitar: el parlamento, la estatua del “Manneken Pis”, el museo del genio Magritte y el “Atomium” entre otros. Pero lo más interesante que me pudo pasar fue perderme en esa gran ciudad.  

Afortunada o desafortunadamente me encontraba en mi época antitecnológica. Sola en la ciudad, sin móvil, sin dinero, sin tarjetas y sin documentación. Bien, al final acabe en la comisaría. Pero esas dos o tres horas de desconcierto me ayudaron a buscarme la vida y a practicar idiomas.

El espejo falso (René Magritte)
Esta experiencia puede ser insignificante entre todas las que me han ocurrido gracias a mi espontaneidad y mi despiste.


Hay que dejarse llevar y no pensar, perderse. De esta manera pasaran cosas inesperadas. Pasaran las cosas que realmente te cambiarán y que algo te aportarán.

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